La tarea esta vez era confeccionar un juguete (o su maqueta) que respondiera a las necesidades de un niño que nos presentaban en un caso. Este niño era un niño de seis años, solitario y con gusto por los legos y puzzles. Yo también fui ese tipo de niñas que juegan solas. Es cierto que nunca tuve problemas de aislamiento, pero sí que nunca me fascinó el juego en manada, de correr como loca huyendo de alguien, me gustaba la escondida, pero nada donde pusieran a prueba mi torpeza motora evidente, ni mi incapacidad para lidiar con la brutalidad típica de los niños. Me gustaban los puzzles. Tuve uno sencillito, eran nueve cubos que armaban una figura con cada cara de los cubos... también era entretenido apilarlos, y posiblemente terminaron siendo el asiento de alguna Barbie.
Siempre amé los juguetes, pero nunca pensé que era tan difícil inventar un juguete que respondiera a las necesidades de un niño, pero no necesariamente a sus gustos. Porque ¿para qué andamos con cosas? Nos pidieron que pensáramos como terapéutas, y si el niño prefiere jugar solo viene el terapeuta y lo hace jugar con otros niños... esa es la idea. Y es difícil, porque quizá aunque no lo quiera asumir ya no soy una niña y ya no quiero jugar a las mismas cosas, aunque cada vez que me pongan un juguete por delante juegue como si tuviera cinco años.
El proceso creativo fue tremendamente largo. Mi pensamiento lateral estaba desatado y también mi pensamiento más bélico y violento. Ningún juego que se me pasara por la cabeza era ético, adecuado, seguro o con un final feliz.
Hasta que logramos sacar una idea inofensiva, ensablable, grupal, ad hoc con el niño en cuestión, y se construyó un "Armazoo". Debo reconocer que me encantó confeccionar un animalito desarmable, suave, que transmitiera la bondad de un juguete. Siempre tuve problemas con ciertas expresiones de algunos juguetes, este tenía que ser amable.Tenía ganas de olvidarme de los paradigmas y pintar un tubo de papel higiénico con témpera, recortar, pegar... Me gustaba la idea de jugar con el tramo que va dede la inocencia de los niños hasta la "estrategia" del juego de naipe de los adultos, y el resultado fue hermoso.
Quizá esta es una de las cosas que desde siempre me ha movilizado como estudiante de Terapia, la capacidad creadora, la creación con un fin de bien para el otro. Crear dando lo mejor de uno mismo.
Pero también esa creación que va hacia lo retrospectivo, a que los juguetes que nos acompañaron de niños de alguna forma están en nuestras estructuras mentales, que hay cosas pequeñas que nos vinculan para siempre al ayer. Pienso en mi muñeca "Michelle" que duerme en uno de mis cajones y que quien se atreva a quitármela pone en riesgo su vida. Al crear un juguete construyo para otro ese mapa de pensamientos y recuerdos, un montón de significados que a veces nos consuelan, como cuando no puedo dormir y abrazo al Nino, o que nos recuerdan quienes fuimos cuando olvidamos quienes somos.
domingo, 26 de mayo de 2013
martes, 14 de mayo de 2013
Ratón con discapacidad
A ver... este día fue bien interesante. Llevamos a la clase unos materiales que no teníamos la más remota idea de lo que eran ni para qué servían (un jack macho, un jack hembra, unos cables, un "fin de carrera", entre otros). Para qué los usaríamos sí, porque el día antes en la clase preparatoria nos arruinaron la sorpresa... gracias a Dios, ya que si no varios artefactos personales hubiesen sufrido un poco, y quedado inútiles.
Para mí era una experiencia en parte interesante ya que nunca había soldado con cautín ni podido cerrar algún artefacto que haya abierto previamente, me resultan actividades algo masculinas, aunque desde una perpectiva de género eso no tiene ningún sentido... pero se hizo.
Nos visitó una compañera de quinto año que realiza su práctica en la unidad de tecnologías asistivas en Teletón, para contarnos y guiarnos sobre cómo realizar la actividad de adaptación de un mouse para computador. La finalidad era lograr utilizar el mouse sin realizar un click con el dedo índice en un botón pequeño como suele hacerse, si no que éste pudiese responder a un movimiento y un toque más grueso, posibilitando así el trabajo en computador para personas con limitaciones funcionales.
Debo reconocer que la experiencia fue algo caótica... quizás muchos principiantes y pocos expertos, entonces como la memoria es frágil olvidaba constantemente el orden de los pasos para la adaptación, por lo que debía recurrir a una compañera con más experticia, y molestarla seguidito.
Creo que soldar con cautín fue una bonita experiencia, de hecho consideré la idea de conseguir uno propio para repetir la actividad luego en la intimidad de mi hogar. Lo complicado fue que en mi afán por confundir derecha e izquierda mi ratón quedó con dos enormes agujeros en sus costados... para qué decir lo poco estético que resulta un hoyo hecho con cautín en el plástico, que no contenta con hacer el hoyo me di el lujo de agrandarlo desde el lado equivocado dejando un tremendo túnel que al final de todo no tuvo ninguna utilidad. Luego lo más triste y frustrante fue que el switch o "fin de carrera" (nombre muy sugerente, a propósito) no funcionó, al parecer era muy malo o muy pequeño y no lo logré (no lo logró casi todo el curso, ya que compramos por mayor), y el pobre ratón quedó atravesado por un cautín y totalmente disfuncional.
Lo bueno, fue que sentí que de todas maneras aprendí el procedimiento y a hacer las conexiones, y que podría repetir la actividad con más calma en otro momento. Sobre todo recobré la esperanza en el sentido de la fallida actividad realizada, porque cuando mi hermana mayor vio el ratón destruído (aunque no tanto) yaciendo sobre mi cama se sorprendió mucho y quiso saber de dónde lo había sacado, y entonces, cuando le dije que yo lo había hecho en clases, se emocionó aún más y me comentó que en una de las escuelas en las que trabaja requieren de este tipo de adaptaciones en la sala de computación para los niños con limitaciones motoras. Así que desde ese momento la frustración no fue tanta, y pude darle más sentido al nuevo estado en que se encontraba mi pobre ratón. Creo que al final de tantas peripecias tendrá opciones de rehabilitación.
lunes, 6 de mayo de 2013
Construcción...
Para variar, y como cada vez que tengo que hacer algo que requiera moverme, no quería ir a la clase. Me moría de miedo del sólo hecho de que la antesala de la clase fuese el documental "Pina". Me carga moverme, o sea me gusta, cuando yo quiero y no en público. Pero había que ir y había que hacer lo que había que hacer. Nadie nunca dijo que existan movimientos correctos o incorrectos, movimientos lindos ni movimientos feos. Esas son cosas culturales, quizá en mi cultura familiar moverse con soltura y ritmo no es algo valorado, preferiría bailar tango y mantener mi ser bloque intacto.
El baile de seguir los zapatitos fue lo más entretenido de la clase, los zapatos son siempre los que más bailan, cobran vida cuando bailan. Mis zapatos no hacen eso, sólo caminan, corren y pisan hojas secas... y otras cosas. Bailé, mi baile personalizado, rígido, desabrido, como me gusta que sean algunas cosas, no me gusta que se considere normal sólo el ser muy animoso y rítmico, ¿No es acaso parte de la creatividad hacer las cosas de otra forma?
Bueno, y luego de eso siguió lo que quizá era lo más importante, pero para mí lo más molesto que tuve que hacer en la clase.
Nos dieron a elegir cuatro temas (y éramos cuatro grupos). Uno era libertad, otro maquillaje, entregar y... danza; cosa que se cambió a movimiento porque nadie quería danzar. Me tocó movimiento. No sé por qué el azar lleva a que un grupo de personas que no quieren moverse a tener que obligadamente moverse, y finalmente deciden moverse. Fue difícil organizarse. Cada uno tenía una idea distinta de movimiento. Unos lo ven como arte, otros como expresión... yo lo siento como la vida. Es cierto: No me gusta moverme en público, pero me gusta como la vida se mueve sola en la cotidianeidad, me gusta el movimiento del mundo, me gusta ver llegar el metro a una estación, me gusta ver las manillas de las micros balanceándose cuando nadie las sujeta, me gusta como el sol camina hacia detrás de los cerros, me gusta mirar como se mueve el mar, me gusta ver a los perros y gatos jugando, saltando... Me gusta caminar rápido y sentir que las calles se mueven, y que son pequeñas montañas rusas. Para mí el movimiento no necesita más que ese escenario, la vida cotidiana.
En el grupo decidimos taparnos con unas telas gigantes para cubrir los movimientos...¿O nuestros rostros? Le llamamos "Timidez" a la composición. ¿Por qué decidimos cubrirnos? ¿Todos nos sentíamos expuestos? ¿Todos creemos que moverse para liberar el alma es algo privado? Quizá en esta entrada me dedique sólo a quejarme, pero siento que ese llamar a la expresión por un medio que no acomoda para mí fue bastante violento. Sé que me dieron la opción de no hacerlo, pero a veces, al aceptar uno no sabe cuanto nos podemos transgreder.
Me gustó bastante la presentación de otros grupos, creo que porque me gusta observar los movimientos, me gusta la música y los colores... me gustan las historias. La reflexión final fue sobre las construcciones colectivas o algo así, yo definitivamente estaba fuera de ese movimiento.
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